Me hizo esta pregunta una profesora que tuve el año pasado, durante una sesión de escritura grupal. Hoy, meses más tarde, sigo dándole vueltas a la pregunta, fascinada por lo que aparece cuando me permito tomármela en serio.
En este momento me encuentro con una idea divertida en mis manos. Es una historia que empieza en mi presente, con personajes parecidos a mí y algunas personas de mi entorno. Estoy en un momento en el que el presente tiene poco sentido y fantasear con la ficción y lo que pasaría si tomara algunas decisiones me trae alivio. Hago este ejercicio bastante seguido, pero pocas veces dio como resultado el nacimiento de una idea tan sólida como la que tengo ahora: tres actos, principio, conflicto y desenlace complejo, desarrollo de varios personajes, tramas que desafían los clichés sin volverse inverosímiles. Sería, a todas luces, una buena historia, pero escribirla me da miedo, un miedo representado en esta lista de pensamientos:
¿Qué pasa si al escribirla termina tomando una forma fuerte?
¿Qué pasa si la ficción termina siendo un guión para mi realidad, y los conflictos que me inventé me encuentran?
¿Qué pasa si se publica y se nota que está demasiado basada en hechos reales?
¿Qué pasa si la lee alguien que quiero y sale lastimado?
¿Qué pasa si escribir esta historia me arruina la vida?
Cuanto más me adentro en los posibles escenarios que podrían darse si me doy lugar a perseguir esta idea, más dramático se vuelve todo (notesé el último punto) pero el peligro es real: escribir puede cambiarte la vida de formas que no podés prever.
Sí, puede convertirte en una persona billonaria cuyo nombre el planeta entero conoce, pero también puede mostrarte aquello que no querés ver, haciendo que descubras sentimientos incómodos que preferirías no tener.
Puede definir tu identidad de una manera que solo te representa en el presente y robarte la posibilidad de mutar de piel cuando lo necesites.
Puede hacer que tus seres queridos te vean de una manera que hasta entonces no habían considerado, y puede que decidan que no quieren estar cerca de esa versión tuya.
El miedo es enemigo de la creatividad, y por eso me parece importante derrotarlo de a un paso a la vez. Por lo general, me resulta más fácil convencerme de que estoy preparada para encontrar en las palabras lo que mi identidad esconde a simple vista y, gracias a haber dado un paso al costado en plataformas digitales, la idea de cementar mi personalidad frente a un público a través de mi trabajo me preocupa menos, pero no puedo dejar de darle vueltas al último punto: la idea de que mi escritura afecte a mis vínculos personales me aterra.
Es por esto que la pregunta que me hizo esa profesora, la que corona este ensayo como título, me ayuda tanto.
¿Qué libro escribiría si supiera que nunca va a publicarse?
¿Qué historia me animo a contar si sé que solo voy a leerla yo?
Por suerte, conozco las respuestas a estas preguntas: un libro auténtico, una historia entretenida. Las conozco porque la idea de que un libro mío sea publicado apareció hace muy poco tiempo, en comparación a los años que llevo escribiendo. Publiqué un libro, escribo públicamente todas las semanas hace cinco años y estoy trabajando en una novela que quizás se publique en algún momento, pero escribí dos novelas que no van a publicarse, tengo planeado escribir una memoria que quizás no le comparta a nadie, y tengo decenas de cuentos que leyeron un puñado de personas de confianza.
Escribí mucho más de lo que publiqué, y a veces pienso que ahí están mis mejores palabras. No por su calidad literaria, sino por su autenticidad.
Cuando me siento a escribir aquello que sé que no va a publicarse pronto, o quizás nunca, mi cuerpo se afloja.
Puedo decir exactamente eso que siento.
Puedo dejar que mis personajes cometan actos imperdonables sin miedo a que alguien me juzgue.
Puedo ser envidiosa, falible, mezquina, mucho más honesta de lo que soy en cualquier texto que escribí pensando en su publicación.
Puedo conectar con la escritura que realmente importa: la que busca sacar de adentro mío eso que no tiene otra forma de salir.
Y puedo hacerlo sin miedo. Puedo, incluso, divertirme en el proceso.